[1/52] Jane Austen es mi lugar seguro

Edna Montes
4 min readJan 10, 2022

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Photo by Elaine Howlin on Unsplash

La primera semana del año siempre me resulta dura. En parte porque todavía me cuesta trabajo descansar sin culpa y las fiestas decembrinas son ese freno de emergencia que me obliga a tomarme las cosas con calma. También porque luego de ellas, cuesta mucho más subirse de nuevo al tren y agarrar el ritmo. La navidad viene con un costo emocional que no siempre estoy preparada para cubrir y los primeros días del año nuevo, con su estado gelatinoso, son la placa de Petri perfecta en la cual incubar un bajón depresivo.

Un estudio realizado por mí, con un sujeto de muestra (yo), ha demostrado que leer y ver adaptaciones de la obra de Jane Austen reduce considerablemente el golpe de la melancolía de enero. Nótese que ver ese género de YouTube que me ha dado por llamar «gente que sobreanaliza a Jane Austen» incrementa la eficacia, además de ser una microdosis efectiva a lo largo del año. En los ratos de bajón, saber cómo se calculaba la fortuna de alguien en la Regencia, la forma en que se preparaban los helados o cómo se socializaba se vuelve una delicia. Sugiero hacer un maratón de pelis basadas en la obra de Jane como remedio mágico. Si persisten las molestias, remítase a la miniserie de «Orgullo y prejuicio» de 1995.

Algo repetido hasta el hartazgo sobre la obra de Jane Austen es la insistencia en pintarla como una escritora de romances costumbristas, nada más. De entrada, ya está bueno de hacer menos los romances o catalogarlos de «Chick-flick» como si el mero hecho de estar dirigidos a un público femenino les restara validez o calidad. Ver a Colin Flirth en traje de época ya es una buena razón para renegar del canon hecho por los mismos c-ñoros de siempre, que insiste en dictar cuáles son los temas válidos o las «grandes preocupaciones» a las que debe avocarse la literatura. Spoiler: casi siempre dejan fuera todo lo que tiene que ver con las mujeres (sus vidas, realidades, cuerpos, temores, relaciones) y si los incluyen es bajo esas etiquetas de «temas de mujeres». Es un flaco favor para todos, porque el romance no es forzosamente un género «menor» ni exclusivamente de mujeres; por mucho que sólo insistan en validar las disertaciones sobre el amor cuando están escritas por o relacionadas a hombres.

En una de mis supremas consentidas, «Northanger Abbey», el narrador de la novela (que es obviamente Jane) describe como Catherine Morland sale de un baile sabiendo que Henry Tilney le gusta. Puede que esté enamorada y hasta sueñe con él, eso no puede decírnoslo porque «como un celebrado escritor asegura, ninguna jovencita tiene justificación para enamorarse de un caballero antes de que él declare su amor». Jane incluso escribe una nota al pie para denunciar al viejo lesbiano en turno: Samuel Richardson. Más conocido por ser al autor de la novela «Pamela», el c-ñoro se dio a la tarea de escribir una carta abierta a una revista popular en Inglaterra para decir que las mujeres en su tiempo sí eran buenas y respetables. La única forma de conocer a una mujer ajena al círculo social de uno era en la iglesia, aseguraba Richardson; no como las muchachas de la regencia que cometían la osadía de ir a bailes sociales. Es justo en un evento así, durante la temporada social en Bath, que Catherine y Henry se conocen. Jane aprovecha eso para burlarse del boomer de Richardson. Esa agudeza para observar la naturaleza humana, las normas sociales y sus fallos es uno de los pilares de la vigencia que tienen las obras de Jane Austen dos siglos después de escritas.

No voy a negar que fue el romance lo primero que me enganchó a la obra de Jane la primera vez que la leí, de adolescente. No obstante, lo que la corona como mi lugar seguro y amuleto particular contra los bajones depresivos es algo más: su apreciación de lo cotidiano. En el mundo de Jane, una familia común del campo inglés es tan importante e interesante como una historia de aventuras y héroes. Lizzie Bennet preguntándose durante una excursión «¿Qué son los hombres comparados con las rocas y montañas?», Catherine Morland leyendo sin parar novelas góticas o Elinor Dashwood luchando por mantener el equilibrio entre los sentimientos y su parte racional tienen ecos en mi propia vida también. La vida no empieza luego de que recibes un llamado a la aventura, se construye día a día haciendo el esfuerzo porque valga la pena a pesar de la rutina. Eso lo sé gracias a Jane Austen y sus heroínas de lo cotidiano.

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Edna Montes
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Written by Edna Montes

Escritora, periodista, friki irredenta, adorkable y eterna aprendiz de sommelier con una pluma tan filosa como su espada. Accidente esperando a suceder.

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