[13/52] Comeré helado
En julio de 1808, Jane Austen estaba de visita con su hermano rico, Edward. En una carta desde la mansión le dijo a su hermana Cassandra: «comeré helado, beberé vino francés y estaré por encima de la economía vulgar». Me sorprende lo parecidas que son nuestras aspiraciones, aunque medien más de 210 años entre nosotras.
A diferencia de Jane, yo tengo refrigerador en casa y helado a precios más o menos accesibles (dependiendo el gusto y el momento del mes en el que decido hacerme de un bote). Aunque el helado sea más o menos accesible; un buen vino francés, afrontémoslo, también es un lujo para mí. No es una queja. Está bien que algunas cosas sean especiales y lejanas. Tan lejanas como escabullirme al refrigerador de mis papás cuando visito la casa en la que crecí. Ellos siempre tienen mejor helado que yo, mejores vinos también.
Cuando Jane escribió esa carta tenía más o menos mi edad. Estaba en la misma situación también: esperando la publicación de su primera novela («Northanger Abbey» que al final no vio la luz sino hasta años más tarde de lo esperado). Una mujer independiente en sus 30 y tantos buscando la forma de manejar un presupuesto constreñido para reafirmarse en un mundo que sólo esperaba de ella que se casara de una buena vez, se dignara a parir hijos en vez de libros y fuera «normal».
Mentiría si dijera que nada ha cambiado en el mundo desde ese entonces; también si dijera que todo es diferente. Yo, a diferencia de Jane, puedo tener trabajo para mantenerme sin que eso arruine mi honra. También veré mi nombre en la portada de mi novela, no el triste «anónimo» que ella y muchas otras tuvieron que aguantar. Aún así, no deja de enternecerme todo lo que nos hermana a través del tiempo. Pienso lo que le debo a Jane y todas las autoras que atesoraron un día de helado y una buena copa de vino, aunque nunca tanto como escribir.
Apostilla nerd:
Para servir helado durante julio en la Regencia, la mansión de Edward debió tener una «casa de hielo» para conservar preciados bloques congelados, que se traían desde los ríos en invierno. Se trataba de toda una estructura construida con una puerta de acceso que miraba al norte y se extendía bajo suelo; las paredes aislantes estaban diseñadas para mantener temperaturas congelantes. Las más efectivas de ese periodo podían mantener el hielo por hasta un par de años (dicho sea de paso, Inglaterra tampoco es famosa por su clima cálido).
El helado se preparaba en aproximadamente 45 minutos usando el tradicional método de poner hielo en una cubeta, añadir sal y luego introducir otro bote con la crema a solidificar y moverla. Una vez listo, el postre tenía que servirse de inmediato, antes de que empezara a derretirse.