[15/52] Hay veces que me falta el aire

Edna Montes
3 min readMay 25, 2021

--

Photo by Rafael Leão on Unsplash

Compré una armónica. No soy adepta a los instrumentos de viento. O más bien, a tratar de ejecutarlos. Hay un trecho larguísimo entre que disfruto escuchar a Horacio Franco tocar la flauta y mi incapacidad crónica para arrancarle siquiera una nota. Mi maestro de primaria me pasó por lástima en sexto: se me daban bien el solfeo y la teoría, pero escuchar mis esfuerzos infructuosos por tocar algo que no sonara al señor de los camotes calificaba como tortura. Mi asma siempre hizo que el control de mi respiración fuera bastante precario. En resumen: no voy a revivir las glorias de mi bisabuelo el trompetista profesional.

Entonces, ¿qué me poseyó para comprar una cosa de esas? El amo y señor de todos los caminos misteriosos en este Universo: El duelo. Recordé que Tío tocaba la armónica. En realidad, siempre me sorprendió su talento musical. Podía sacar cualquier canción de oído y luego tocarla en la guitarra o el teclado. Se le daba muy bien la flauta dulce, pero en realidad adoraba la armónica. Nunca supe por qué, ni lo haré. Hay niveles en los abismos que el duelo excava en nosotros y, al fondo de todo, viven las preguntas sin respuesta sobre el fallecido. Hay miles de cosas que conocía y amaba de Tío. Me pesan más la que no: todo lo que ya no es, ni será y no se puede poner en palabras.

Respirar es un acto crucial. Lo damos por sentado porque se nos ocurren pocos escenarios en los que podría fallar. Cualquiera que haya sufrido una crisis asmática o de ansiedad comprende de inmediato la sensación de «me voy a morir» que acompaña la falta de aire; esa desesperación de cuando descubres que no puedes respirar. Respiramos porque estamos vivos. Expiramos con nuestro «último aliento».

Para tocar la armónica, el ejecutante sopla o inspira en uno o varios de los orificios. Eso produce que las lengüetas internas vibren, liberando el sonido. Se parece mucho a los ejercicios de rehabilitación de los pacientes con enfermedades pulmonares como el asma o EPOC.

La armónica fue el primer instrumento que se tocó en el espacio. El astronauta estadounidense Walter Schirra coló una de contrabando a la misión del Gemini VI A. Se las arregló para tocar «Jingle Bells» mientras orbitaba la tierra el 15 de diciembre de 1965. El Gemini 6 debía llevar a cabo el primer encuentro espacial de la historia. La nave se mantuvo junto al Gemini 7 por cinco horas, aunque no se acoplaron porque no estaban equipadas para eso. Tío y yo somos como esas naves: lo siento a mi lado si alguien toca la armónica, pero está muerto y ya no estamos equipados para que me abrace o me despeine el cabello con una de sus manotas.

No sé si aprenderé a tocar la armónica. En cambio, me queda muy claro que siempre buscamos nuevas formas de rescatar todo lo que amamos del olvido. A veces, aferrarse también es un acto de amor.

--

--

Edna Montes
Edna Montes

Written by Edna Montes

Escritora, periodista, friki irredenta, adorkable y eterna aprendiz de sommelier con una pluma tan filosa como su espada. Accidente esperando a suceder.

No responses yet