[2/52] Manchas de tinta
Nunca he tenido buena letra. Mi mamá me enseñó a escribir de pequeña y yo no tenía la disciplina necesaria para pulir mis patas de araña con planas. Si le entendía era suficiente para mí. Sufrí en los exámenes porque los profesores amenazaban con reprobarme si no entendían mis garabatos. Me quedaba tiempo extra sentada en el pupitre, con el puño apretado y recargando mucho la pluma; empeñada en que cada respuesta fuera MUY legible. Nada de eso impidió que me encantara escribir a mano y ser la «niña de los plumones». Tengo muchos diarios (de sueños, de viajes, de las cosas que veo y leo…) que han hecho que mi caligrafía mejore al paso del tiempo.
En la prepa, agarré la manía de escribir con una pluma fuente que me regaló mi papá adoptivo. Era muy sencilla, pero representaba una especie de promesa a largo plazo: dejarme su colección cuando él se muriera. No tengo ninguna prisa por reclamarla, de hecho, desearía nunca tener que hacerlo. Esa fue la primera vez que sentí que él tomaba en serio lo que llevaba años repitiéndole como disco rayado: quería ser escritora. Eso sí, mi torpeza generalizada aplica a todos los ámbitos de mi vida. Sin importar lo cuidadosa que sea, siempre me mancho los dedos con tinta.
Esta semana (que para variar fue muy pesada en mi trabajo de oficina), agotado mi material de Jane Austen, volví a otro de mis lugares seguros: «Mujercitas». Es un cliché, pero ¿qué le vamos a hacer? Siempre me vi reflejada en Jo March. En la novela, Jo lleva un atuendo especial que oculta las manchas de tinta y le mantiene el cabello lejos de la cara mientras escribe, pero sus manos siempre están manchadas. Las adaptaciones a película hacen guiños a las persistentes manchas.
En la versión de 2019, dirigida por Greta Gerwig, se presenta un diálogo así:
Bhaer: Siempre trabajando.
Jo: El dinero es la única finalidad de mi mercenaria existencia.
Bhaer: Nadie obtiene manchas de tintar como las suyas sólo porque desea dinero.
Rara vez hablo de mi trabajo de oficina o lo junto con mi ámbito de escritora. Me gusta mi dayjob, estoy a gusto con el ambiente y feliz de que la paga me deje seguir escribiendo porque todavía no vivo de ello. En los días más duros, la Jo March de Louisa May Alcott me recuerda que no estoy sola y la de Gerwig me entiende. Saber que no estoy sola, que mi «mercenaria existencia» tiene ecos a lo largo de la historia (y en las amigas que transitan esto de la supervivencia y la escritura al mismo tiempo que yo) me saca una sonrisa.
Escrito mientras escuchaba: https://youtu.be/GBr_SthDzgA