[4/52] Iba a hacer un post super cool, pero me chingué el tobillo

Edna Montes
3 min readFeb 2, 2022

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Photo by Scott Webb on Unsplash

Este post originalmente iba a salir la semana pasada y hablar de la ensalada rusa, de Rusia y de que extraño a mi roomie. Tenía notas y todo, pero el sábado di un mal paso en la escalera de mi edificio. Todo mi peso se fue sobre mi tobillo derecho y juro que entre el dolor y el miedo creí escuchar un «pop». Mi primer instinto fue revisar que podía sentir el pie, moverlo (de arriba abajo, en círculos, a los lados) y que el hueso estaba en su sitio. La velocidad frenética en la que una piensa ante la emergencia es como la madre de todas las artes meditativas: una especie de lucidez que se reproduce como un video a 5x mientras resuelves la logística de los pasos a seguir. No sé si a todo mundo le pasa igual. Yo creo que a mí me pasa por los años de cursos de primeros auxilios, artes marciales y ser la de «cabeza fría» en mi familia. También porque años de vivir sola me han hecho así.

Este es un buen momento para aclarar que, hasta donde sé, el asunto quedó en una luxación horrenda, pero nada grave. A lo mejor es que mi cuerpo se ha hecho fuerte gracias mi torpeza: choco, caigo o me pego tan seguido que ya sabe lo que le espera. También está el factor de que todo lo que nos toca de forma personal se ve gigante y mucho más grave de lo que es en realidad. Aún así, el miedo que me hizo sentir ese malhadado «pop» de la suela de mi tenis todavía me hace temblar.

Aquí estoy unos días después, con mi tobillo recobrando su forma humana en vez de parecer una pelota de golf. No para hablar de esos accidentes cotidianos que le pueden pasar a cualquiera (y que las personas que vivimos solas tememos más) sino para hablar de las redes de apoyo que nos sostienen. Para agradecerle a quien se quedó conmigo en un servicio de mensajería mientras lloraba de miedo y dolor; a la amiga que tiene las llaves de mi casa y pospuso su ida al super para venir a traerme la medicina que necesitaba. También a Papá que llamó dos veces al día y ofreció cancelar todas sus citas de trabajo para venir a cuidarme.

Nuestros tiempos (patrocinados por el patriarcado y el capitalismo voraz) nos han hecho sentir que el individuo es lo más importante. Tienes que poder sola con todo, no necesitar ni depender de nadie y enfocar la vida con tanto positivismo tóxico sea necesario. La pandemia con sus entradas y salidas de confinamiento nos ha demostrado lo contrario: la comunidad es importante, la interdependencia y labor de cuidados son lo único que nos mantiene vivos.

Y sí, extraño mucho a mi familia, a mis amigos en otra ciudad, a mi roomie y a los amigos en la ciudad que no he podido ver porque nos estamos cuidando del cobicho. Esta entrada es no más una queja amarga sin moraleja, pero si a fuerza necesita una: fíjense bien cuando bajen las escaleras.

Escrito mientras escuchaba: https://open.spotify.com/playlist/37i9dQZF1DZ06evO4kqg4q?si=9256653830b142ef

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Edna Montes
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Written by Edna Montes

Escritora, periodista, friki irredenta, adorkable y eterna aprendiz de sommelier con una pluma tan filosa como su espada. Accidente esperando a suceder.

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