[6/52] Yo había ponido mis cucharas aquí

No era sólo un tobillo torcido. Le dije al doctor que si todo salía bien en mis radiografías a la mejor podíamos reciclarlas para hacer discos de rock. Pero no estaba bien. De alguna forma me las arreglé para tronarme un ligamento y fracturarme el peroné con una caída tonta en las escaleras de mi edificio. Mi legendaria torpeza al fin mostró todo su potencial destructivo. El doctor me preguntó si no me dolía muchísimo, pero la verdad es que no. Quizá se trata de que no se medir bien el dolor. A la mejor, llevo años con el dolorómetro jodido y no hay estudio que lo compruebe.
Sigo agradecida por mis amigas, que lo mismo me aguantan llorando mientras intercalamos las dolencias con nuestros comentarios del patinaje artístico en las olimpiadas o que se hacen un tiempito para llevarme en su carro por mi bota-férula, pagar el recibo del agua y comprar comfort food. Por la que generosamente se ofreció a traerme su bota que ya no usaba, aunque al final no pude usar esa. O por la vecina que me ayudó a subir el super que garantiza que no moriré de hambre en las próximas dos semanas. Me caí y, cual acróbata circense, mi red aguanta; me salva la vida de formas cruciales.
Pasé la noche del viernes tirada en la cama viendo un documental sobre Alanis Morissette y su «Jagged Little Pill». Una parte habla de «Ironic» que es una de mis canciones-himno favoritas de toda la vida, me dio mucha risa que, entre alabanzas de las líneas prodigiosas que Alanis compone y se alejan de las frases hechas, citaran esa de: «It’s like ten thousand spoons when all you need is a knife» (Como diez mil cucharas cuando todo lo que necesitas es un cuchillo). Me di cuenta que yo ahorita necesito un montón de cucharas extra.
Muchas de mis amigas cercanas son, igual que yo, spoonies. Hace años que no tengo que explicar a qué me refiero cuando digo que «no me dan las cucharas» o que «Tengo 0 cucharas hoy», así que explicarle a Él fue toda una novedad. La cosa va así:
La teoría la creó Christine Miserandino, que vive con Lupus, y suele aplicar a cualquier persona con enfermedades crónicas, pero especialmente a las que no son físicamente obvias; también identificables por recibir a menudo la horrenda frase «pero no te ves enferma/o/e» (de ahí que la gente con neurodivergencias o condiciones psiquiátricas la usemos). En resumen: estando en un restaurante, Christine le dio a su amiga doce cucharas de un bote de cubiertos, cada una representaba una unidad de energía. La gente sana tiene cucharas ilimitadas, un padecimiento crónico te limita la cantidad de cucharas que puedes gastar durante un día. Así que tienes que administrar esas cucharas (unidades de energía) para ser tan funcional como una persona sana (o algo parecido, en todo caso) y eso te lleva a tomar decisiones sobre lo que puedes, o no, hacer todo el tiempo.
Ahora siento que no sólo me quitaron mis cucharas: me dejaron cuchillos en su lugar. Y por eso llevo todo el fin de semana escuchando «Ironic» en loop. Agradezco que no fue peor, que lo que me pasó tiene cura y que, con algo de paciencia y resignación, voy a estar bien. Con todo, el berrinche es inevitable: Yo había ponido mis cucharas aquí ¿On’tan?
Well, life has a funny way of sneaking up on you
When you think everything’s okay and everything’s going right
And life has a funny way of helping you out
When you think everything’s gone wrong and everything blows up
In your face
Escrito mientras escuchaba: https://open.spotify.com/album/5Ap3F8CxjjsQKZGASDcHNA?si=lIeg3KvARGa1sgiKLU2nLw