A dos de tres caídas, sin límite de tiempo
La Feria Internacional de las Culturas Amigas 2017, vi las fotos de mis amigos en Facebook. Miré el calendario y se me hizo un nudo en la garganta. Solía ser uno de mis eventos favoritos, pasearme entre los stands, ver las artesanías, comprarme alguna bebida o golosina de tierras lejanas. Ya no. Ahora siempre hay un dejo de dolor en esta fechas, ese algo visceral que se abre camino desde lo más profundo de mí de manera inexplicable. Han pasado dos años desde ese fatídico día. En 2015 fuimos para distraernos un poco, para no pensar que estabas en el hospital, porque ¡oh ingenuos! teníamos fe en tu recuperación. Después de todo era algo de rutina ¿no?, estamos en el siglo XXI, ya nadie se muere de esas cosas ¿verdad? Me planté en el stand de tu país favorito y yo, cínica y hermética como soy, por primera vez en mucho tiempo le pedí algo a los dioses.
El aviso, todo comienza con él.
“Es una broma” fue lo único que atiné a pensar la primera vez. Mi cerebro tardó en tomar la batuta y recordarme que mi mejor amigo jamás bromearía con algo así. Dos años después, esa parte absurda de mí todavía alza la voz de cuando en cuando. Trata de convencerme de que esto es una pesadilla, que cuando despierte mañana podremos charlar de vinos y hacer chistes tontos.
La segunda estaba lejos de casa cuando un mal presentimiento me asaltó. Miré mi celular, ahí estaba el mensaje de “Comunícate en cuanto veas esto”, lo supe de golpe. Se había muerto. Uno puede achacárselo es esa lógica sutil del cerebro o incluso a algo espiritual, pero es un conocimiento certero, a prueba de toda duda. Luego sólo está el dolor. La ausencia que se acepta porque no hay más opción.
La tercera no tuve tiempo de procesar nada, una operación, la enfermedad más grave de lo que creímos. Todo “bien”, estaba en recuperación y poco después ya no estaba. Llamé para ver cómo iba todo, la noticia me golpeó, quizás porque era completamente distinta a lo que esperaba.
“Vas cargando todos tus muertos”, dice mi abuela para referirse a ese cúmulo de ausencias. Porque aunque cada uno es único, también son acumulativos. El duelo se parece mucho al amor, quizás porque nace de él. Con el paso del tiempo inicias un nuevo proceso, conoces los síntomas, pero nunca es igual, siempre lo procesas distinto.
El duelo es como la Lucha Libre: a dos de tres caídas sin límite de tiempo.
No existe una lógica u orden para cerrar esos ciclos, los sentimientos no son racionales. Perder a un ser querido te enfrenta a infinidad de nuevas emociones; a cosas que ni siquiera te sabías capaz de experimentar. Todo es una recuperación lenta. Volver a ese lugar tan suyo, escuchar sus canciones, decir su nombre en voz alta, mirar sus fotos… aprender a reconstruir una balsa de los leños rotos que dejó el naufragio. Reaprender a enfrentar la vida con un hueco que jamás se vuelve a llenar.
A veces, miro sus fotos. La fanática de la Ciencia Ficción que hay en mí se consuela pesando en ese momento congelado en el tiempo. Sus chistes, sus risas, todo eso que los hacía tan únicos y preciados para mí. La pasión y sencillez que tenían en común. Las lecciones que me dejaron, todo aquello que puedo arrebatarle a la Muerte. El proceso, como la vida misma, nunca se detiene. Tampoco yo lo haré. Hay muchos alientos más, muchos suspiros para honrarlos.