American Dirt: de caricaturas y problemas serios

Edna Montes
15 min readFeb 2, 2020

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Entre mis amigos del trabajo existe una broma interna: consiste en preguntarme cuál es el pozo negro de Internet en el que estoy metida en esa semana en particular. Es algo así como una mezcla entre mis deformaciones profesionales y mi obsesión personal por agotar temas. Aquí va un poco de contexto que, lo prometo, tiene un punto. Estudié la licenciatura en Periodismo, me especialicé en prensa escrita y, ya ejerciendo en periódicos, le entré a la gran novedad de mi generación: el periodismo digital. En algún punto de mi carrera, dejé las redacciones y terminé en otra cosa que, cuando empecé a ejercerla, también era muy novedosa: el marketing digital. De ahí se entiende que soy la clásica Millennial hiperconectada y que, para acabarla de amolar, trabaja en, para y por Internet. Esa es la historia resumida de mi trabajo de día, porque los escritores muy a menudo necesitamos uno (conste que no es queja, solo una puntualización).

Pues bien, ahora siento que estoy más bien en un cenote: Me uní a la polémica de «American Dirt» en cuanto estalló en Twitter. Mis primeros contactos con el asunto fueron los tuits del escritor chicano David Bowles y del autor y traductor David J. Schmidt, fueron sus mensajes los que me llevaron a la reseña de Myriam Gurba «Pendeja, You Ain’t Steinbeck: My Bronca with Fake-Ass Social Justice Literature». A partir de ahí, la avalancha de información llegó. La novela de Jeanine Cummins parecía estar llena de errores garrafales y los peores estereotipos de la mexicanidad. Por otro lado, Stephen King, Joe Hill y Don Winslow lo alabaron, éste último incluso lo calificó como el nuevo «Las uvas de la ira» (de ahí el título de la reseña de Myriam Gurba). La autora mexico-americana Sandra Cisneros dijo que «American Dirt» no solo era una novela americana si no «la gran novela de las Américas». Con tantas referencias, lo único que me pareció sensato fue leer el libro, formarme una opinión propia. Más o menos lo mismo que hice con la saga de «Crepúsculo», pero con mucho peor resultado para mi salud mental.

El contexto

Para cuando llegué al texto, ya tenía algunas piezas de la polémica que necesito mencionar antes de seguir:

1.- En la cena de presentación del libro, los centros de mesa emulaban pequeños muros con alambre de púas. La portada de la novela muestra mosaicos de Talavera con divisiones del mismo alambre. No hace falta explicar por qué tal cosa es indignante. Desde entonces, Cummings ha dicho que todo fue responsabilidad de la compañía de Catering del evento y que le «mortifica» no haberlo notado antes.

2.- Cummings subió a sus redes sociales una foto de un manicure que emulaba la portada de su libro: Talavera y alambre de púas. En una entrevista posterior, Cummings dijo que esas no eran sus uñas, si no las de una fan en Australia que le envió la fotografía y que ella subió emocionada por que a alguien le hubiese gustado tanto su libro. Que tras la controversia se arrepentía mucho de haber sido tan insensible.

3.- Salma Hayek subió a su Instagram una foto endorsando el libro, la cual retiró después. También ofreció disculpas a la comunidad mexicana y latinx por haber recomendado un libro que aún no había leído. Yalitza Aparicio recibió también una copia del libro y publicó una foto. No se ha pronunciado al respecto.

4.- Oprah Winfrey lo eligió como la lectura de su famoso club de lectura. La conductora dijo que el libro la atrapó, la sacudió y cambió la forma en la que ve a los migrantes. Debido a la controversia hizo una invitación a un diálogo con los grupos más críticos hacia el libro, aunque la comunidad latinx desconfía de la calidad imparcial de Oprah en semejante conversación.

5.- Cummings cierra su libro con una nota del autor en la que expone que deseaba humanizar y dar voz a la «faceless brown mass» que son los migrantes, que se preguntó largamente si ella debía contar o no esa historia y que habría deseado que «alguien ligeramente más café» que ella hubiera escrito la novela. Una larga serie de desatinos que, en una entrevista reciente, admitió fueron una terrible elección de palabras.

6.- En una entrevista en 2015, por una de sus novelas anteriores, se definió como «blanca» mientras que durante la promoción del libro reclamó su identidad como latina por medio de una abuela boricua. Cummings también asegura que viajó a México, investigó durante cinco años en casas del migrante, albergues y haciendo voluntariado en un comedor para migrantes.

7.- Flatiron Books adquirió «American Dirt» en una intensa subasta editorial por al menos un millón de dólares, o como lo ponen los medios gringos «a seven-figure deal». También se vendieron los derechos para convertirlo en una película.

La caricatura de México

Llevo días, desde que leí el libro, masticando qué me incomoda tanto. La respuesta obvia podría ser que son los clichés escritos desde la perspectiva condescendiente de alguien de fuera. Eso va desde las cosas que se podrían obviar con facilidad, como que todas las distancias se dan en millas (aunque en México usamos el sistema métrico decimal) o que la protagonista cursó un «minor» en la universidad (cuando el sistema educativo mexicano no funciona así en absoluto).

También están las torpezas que son involuntariamente risibles como que la famosa «bolsa de bolsas» mexicana aplica a las bolsas de plástico, pero la autora la convierte en un veliz que contiene bolsas de mano o los tacos con «extra sour cream» en plena Ciudad de México o la caja de conchas emulando a las donuts.

Muchas de las cosas que más me llamaron la atención de la caricaturización desde la total ignorancia de México y su cultura las agrupé en un hilo de Twitter que hice el mismo día que leí el libro. Creo que no hace falta repetirlos todos aquí.

El gran problema es que nada se queda ahí, sino que construye estereotipos cada vez más graves que refuerzan la idea Trumpiana de un México horrendo, pero se apegan muy poco a la realidad del país o de la experiencia de una mujer educada de la clase media-alta mexicana. Para empezar está la idealización de Javier «La lechuza» el capo narco. Un hombre guapo, sensible, lector que no le hace el feo ni a los libros de romance y coquetea frontalmente con Lydia, la protagonista.

Lydia es la esposa de un periodista y dueña de una librería (lo que me deja preguntándome cómo llegaron a clase media-alta porque siendo francos los periodistas, en especial los de prensa escrita, no son de las profesiones mejor pagadas en México y de los libreros ni hablar). Lydia paga «derecho de piso» al narco (no «mordida» como lo llama Cummings) y Javier va por la vida con escoltas pero ella jamás sospecha que su gran amigo es el jefe de cártel local. Cuando su marido periodista está a punto de publicar un artículo contra Javier, Lydia le pide que primero lo hablen con Javier porque «son amigos». En plena huida, la protagonista debe buscar en Internet más datos sobre La Bestia, el infame tren en el que muchos migrantes arriesgan la vida para llegar a la frontera con EU. ¿Cómo puede mantenerse tan inocente en un país en el que (según Cummins) TODOS los niños sin importar su clase social han visto cadáveres en la calle debido al «asesinato casual» del narco? Porque la autora pinta un país en el que moverse entre estados (Guerrero, Colima, Michoacán) es imposible porque todo el tiempo hay retenes del narco cobrando peaje e inspeccionado los autos.

Quizá valdría decir que yo viajo al menos una vez al mes entre Guadalajara y Ciudad de México en camión. Eso significa que atravieso una parte de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Querétaro y el Estado de México de noche con bastante tranquilidad y seguridad. Que durante años mi familia y yo hicimos viajes en carretera del entonces DF a Acapulco, como buena parte de los habitantes clasemedieros de la ciudad acostumbraba en los fines de semana largos y las vacaciones. Esa es mi experiencia como una mujer mexicana de clase media y más o menos la misma edad de Lydia Quixano Pérez (apellido paterno muy peculiar, por cierto). No estoy diciendo que no hay narcobloqueos, como periodista en Guadalajara me tocó estar al tanto de varios. Tampoco soy una autoridad en lo que se vive en Acapulco o Chilpancingo, alguien que vive ahí sabrá explicar su situación mejor que yo.

A lo que quiero llegar es que, al contrario de lo que Cummings escribe, México (aunque azotado por la violencia) no es el lugar salvaje lleno de carnage que «American Dirt» describe. Quiero dejar muy claro que no estoy negando la violencia en México, me queda claro que hay estados y regiones donde el asunto es gravísimo. Contra lo que protesto es la versión exagerada para sostener el tono de triller de la que abusa la novela. Donde no se puede ni tomar un avión porque el narco tiene soplones en todos lados, pero La Bestia es convenientemente segura a pesar de que en la realidad es ahí donde operan mafias como los Zetas.

Dicho sea de paso, la obsesión de la autora por la sensualidad de una de las hermanas hondureñas (Soledad y Rebeca) o el tono de piel de los personajes falla en el supuesto cometido de «humanizar» a las migrantes. Cuando en una parte se discute el abuso sexual que sufren las mujeres migrantes, Cummings torpemente hace uso del modismo mexicano cuerpomático y luego salpica, en medio de un diálogo en inglés las palabras «la violación». En un punto, los agentes de migración SABEN que Lydia miente al decir que Soledad y Rebeca son sus hijas porque son morenas. En México es completamente normal que haya gente blanca y morena en una familia. Un hermano más güero que el otro y así. Somos mestizos. Mucho después, Lorenzo (un sicario de Javier que dice haber dejado el cártel pero se ve obligado a espiar a Lydia y tratar de entregarla) trata de violar a Soledad, Rebeca lo mata. Rape & Revenge, por si no habíamos tenido suficiente. Por cierto, ya se había dicho que una de las hermanas estaba embarazada y «el bebé sería ciudadano americano» veo a los simpatizantes de Trump aplaudir porque eso confirma su teoría de los bebé ancla, pero la chica tiene un aborto espontáneo por la dureza del viaje.

Se habla así de una migrante indígena: “She’s wearing a pink skirt and flip-flops, and has a multi-coloured ribbon woven into the two long braids down her back. If her clothing didn’t mark her as an Indigenous woman, then her heavily accented Spanish would.” (Ella viste una falda rosa y sandalias, lleva un listón multicolor entrelazado en las dos largas trenzas que caen por su espalda. Si su ropa no la señalara como una mujer indígena, entonces su español con un marcado acento lo haría). Disculpen si no lo hallo muy humanizador.

En la travesía en el desierto se toca de paso el incidente en Arivaca, Arizona, pero el pollero nos recuerda que «no son tan malos». También existe un momento que resume todas las fantasías de lo terrible que es México contra lo maravilloso que es «el Norte» (porque casi todo el tiempo se refieren así a Estados Unidos) en la frontera la bandera de EU es pulcra y brillante, como nueva; la mexicana luce prácticamente harapienta. Luego de todo el sufrimiento, Lydia y Luca llegan a Estados Unidos. Entonces todo está mágicamente bien. Aunque Luca no pueda participar en concursos escolares por ser indocumentado y su madre se dedique a limpiar casas. De alguna forma la novela hace que incluso la precariedad en EU sea mejor que la vida de clase media-alta en México. Sin mencionar que la historia acaba ahí, sin la discriminación y el terror constante que viven los migrantes ilegales en EU. Sin mencionar jamás la responsabilidad del país vecino en la violencia del narco que azota México. Sin un segundo para reflexionar que muy probablemente las armas con las que masacraron a la ficticia familia de Lydia y Luca (16 personas, ni más ni menos) vengan de «el Norte»

El libro per sé

¿Es el peor libro que he leído en mi vida? No. Aunque tampoco uno de los mejores o más relevantes. No me dejó «absolutamente cambiada» como promete la editorial Flatiron Books en su agresiva campaña de publicidad. Quizá sí enojada y dolida (pero eso puede resumir la experiencia de ser una mujer mexicana en mi país y en el mundo).

Es una novela de capítulos cortos, en presente en su mayoría (hay flashbacks) y que echa mano de un narrador de falsa tercera persona que bien se pega a Luca o Lydia para darle al lector un panorama de la situación. El ritmo es frenético a ratos, por eso se usan los recuerdos de Lydia para ralentizarlo. Se lee rápido, sin duda. La tensión se mantiene y tiene todos los elementos de un triller. Es un drama de narcos que se vuelve un triller y no habría problema si se le vendiera como tal.

Si me tocara tallerearlo probablemente le diría a la autora que peca de conveniencia. Enlisto algunos ejemplos sin orden específico:

· La madre de Lydia tiene 15 mil pesos bajo el colchón de su casa y deja más de 200 mil en una tarjeta de débito. Lydia logra retirar ese dinero en una sucursal del norte del país porque la ejecutiva de cuenta se compadece de ella y «verifica» su identidad en Google.

· Lydia escapa por los pelos de un retén del narco en una camioneta con misioneros estadounidenses solo cambiándose el nombre.

· A Lydia la secuestran, pero resulta que tiene dinero en efectivo suficiente para pagar por su libertad, la de su hijo, la de Soledad y Rebeca.

· De alguna forma logró esconder más de 200 mil pesos en billetes de alta denominación (si pensamos que son de mil pesos; lleva un fajo de 200 repartidos entre su bolsa de mano, el brassiere y otros escondites) en un trayecto en La Bestia desde la Ciudad de México hasta el norte del país.

· Resulta que más adelante, a Lydia y su hijo les falta dinero para cubrir la cuota del pollero, pero otro adolescente migrante, Beto, tiene de sobra y paga por ellos.

· Beto tiene lo que parece ser un asma muy grave, pero controla varias crisis asmáticas a pesar de los rigores del viaje en La Bestia porque atomizar un inhalador vacío “ayuda” a modo de placebo. Eso sí, el asma de Beto termina por contribuir a su muerte a medio desierto en un momento de clímax de la novela (como asmática, puedo certificar que el inhalador no es un placebo, y que en medio de una crisis fingir que tengo una dosis no “ayuda”).

· Uno de los sicarios de cártel del capo que persigue a Lydia la siguió durante buena parte del trayecto. El sujeto en cuestión, Lorenzo, muere de un tiro luego de tratar de violar a una de las hermanas (que tiene cerca de 14 años). Lydia logra apoderarse del celular del tipo, desbloquearlo, revisar sus mensajes y darse cuenta de que Javier le ordenó a Lorenzo entregarla. En un ataque de furia, Lydia le hace una ¡videollamada! en pleno desierto. Milagrosamente tiene datos, batería y caminando unos pasos también señal.

· En esa conversación Javier le dice que «nunca le haría daño» (¿o sea que toda esta odisea fue para nada?) y Lydia le dice que están vivos y sobrevivirán a pesar de él y de todo que «esto se acabó» (no me queda claro si el coqueteo que compartieron fue en realidad una relación o qué exactamente). Uno se pregunta por qué la protagonista huye toda la novela de un tipo que quiere matarla solo para que la autora nos diga al final que siempre no. O por qué si Lydia recorre todo el país escondiéndose del capo siente la urgencia de delatar su ubicación al final.

Dicho todo lo anterior: Lydia no pudo subirse a un avión porque no tenía el acta de nacimiento de Luca. Pero desde 2017, es posible imprimir un acta de nacimiento con validez oficial en línea, lo mismo que una CURP. En el peor de los casos con casi medio millón de pesos disponibles, Lydia jamás pensó en sobornar a ningún funcionario del registro civil para obtenerla. En el libro parece que ser de otro estado es un problema para obtener documentos en la Ciudad de México, pero no es así en realidad. Este tipo de contrastes hacen que la trama se sienta forzada, cosas muy sencillas se complican, pero los problemas más graves se resuelven muy rápido y sencillo.

Existen párrafos extrañísimos donde recursos literarios básicos como la anticipación se manejan mal y de manera torpe:

“A surprising thing happens to Luca after Mami finally opens the doors of their hotel room with her card key, after she looks both ways up and down the carpeted corridor…The surprising thing that happens to him is: nothing.” (Algo sorprendente le pasa a Luca después de que Mami finalmente abre la puerta de su cuarto de hotel con la tarjeta, después de que mira en ambas direcciones del pasillo alfombrado… La cosa sorprendente que le ocurre es: nada)

Alguien me dijo que exagero porque «hay un montón de libros malos y llenos de estereotipos», tiene razón en parte: hay muchos libros malos que son best sellers y nadie les pone la atención que a «American Dirt». Son cosas olvidables para leer con el mismo entusiasmo que uno se come una bolsa de papitas y ya está. Pero esos libros no suelen ser vendidos como «no solamente la Gran Novela Americana, sino la Gran Novela de las Américas», o la «nueva Las uvas de la ira» o la historia que humanizará a esa «faceless brown mass». Muy probablemente, esos libros no reciben adelantos por un millón de dólares para su publicación, ni venden los derechos para su adaptación al cine apenas salidos de la imprenta.

Una vista mucho más detallada a todos los errores en la trama y la representación puede leerse (en inglés) en este hilo de Laura Marissa Cullell

También hubo quien me dijo que «debería criticar con igual fuerza el contenido narco y estereotipado que se hace en México» y que porque aquí se hace ese contenido no «podemos» criticar a novela de Cummings. Eso me parece una falsa equivalencia, ese tipo de contenido no causa el mismo efecto en México que en EU y menos con el clima político que se vive en el país vecino. Tampoco se puede negar que contribuye a dañar la, de por sí, maltrecha imagen de México que se tiene en el extranjero. Cabe recordar que un libro en inglés, de una gran editorial con toda la publicidad de «American Dirt» se traduce con mucha celeridad y llega a muchos más países que cualquier novela mexicana estándar, por ejemplo. Y aunque sí que he criticado la idealización de la cultura narco en México, creer que el impacto es el mismo sería como pensar que una obra de arte surge en un vacío, aislada de cualquier contexto.

Cultura de cancelado, sexismo, violencia y otras quimeras

Por cada crítico de «American Dirt» surge un defensor. Una de las primeras en acusar a la comunidad latinx de querer cancelar a Cummings fue la autora Natasha Tynes. Lo cierto es que el libro sigue en los primeros sitios de ventas, los anuncios segmentados no dejan de aparecer en la web y la editorial ya compró la siguiente novela de Jeanine Cummings. Si uno busca verá que lectores siguen calificando la novela con 4 o 5 estrellas (al momento en que escribo esto los lectores de Goodreads le dan, en promedio, un nada despreciable 4.14 sobre 5) y la conversación entre los anglohablantes se ha desviado a la «censura» que sufre la autora junto con muestras de apoyo para ella.

La autora Ann Patchett aseguró que las criticas contra «American Dirt» son producto del sexismo, ya que ha «un nivel de crueldad que se origina cuando una mujer obtiene un adelanto cuantioso y mucha atención», la pregunta es si tal opinión surge de implicar que todas las mujeres chicanas, estadounidenses y mexicanas que hemos criticado el libro somos, por ende, sexistas o si (pero aún) se basa en solo escuchar las críticas de hombres blancos a la novela.

El tour de Cummings fue cancelado, según dijo la editorial, debido a «preocupaciones sobre la seguridad» de la autora, incluyendo amenazas de violencia sobre las que jamás especificaron. La gira se reprogramará en pequeñas discusiones entre la autora y sus críticos. Por desgracia más que un comunicado o una indicación de que Flatiron escuchó la critica de la comunidad afectada, la editorial recurrió a victimizarse y hacer ver a los latinos que han alzado la voz como un grupo potencialmente violento con alguna especie de rencor virulento e injustificado.

El comunicado lanzado por la editorial dice: “It’s unfortunate that she is the recipient of hatred from the very communities she sought to honor. We are saddened that a work of fiction that was well-intentioned has led to such vitriolic rancor.” (Es desafortunado que ella sea la receptora del odio de las mismas comunidades a las que buscaba honrar. Nos entristece que un trabajo de ficción bienintencionado haya conducido a un rencor tan caustico). El apoyo de Stephen King y otros autores consignando que en EU no se amenaza a los escritores con violencia fue claro, las menciones a que Myriam Gurba también ha recibido amenazas por su crítica a «American Dirt», no se han replicado con el mismo fervor que se defiende a Cummings.

A través del hashtag #DignidadLiteraria, Myriam Gurba, David Bowles y Roberto Lovato, entre otros, han dejado muy claro que no pretenden ningún ataque personal a Jeanine Cummings, han condenado la cancelación del tour y aclarado que la crítica contra «American Dirt» debe evolucionar. Esta vez hacia el verdadero problema: la falta de acceso que la industria editorial de Estados Unidos ha creado para los autores latinos y de otros grupos étnicos. El mismo Luis Alberto Urrea contó en una entrevista de radio que le costó 10 años poder publicar By the Lake of Sleeping Children y la resistencia que enfrentó por su origen mexicano; al grado que incluso le sugirieron usar una versión inglesa de su nombre de pila como “Louis”.

Lo más agridulce de escribir esto es saber que no llegaré a una conclusión, el asunto seguirá por el tiempo que sea necesario. Alguien me dijo que hacer este texto y publicarlo era también una forma de darle más publicidad al libro (como si la necesitara), lo hago de todos modos porque creo que si las personas, los creadores, no hablamos, nuestro silencio habilita a los grandes conglomerados a hacer cien o mil «American Dirt» más. Las campañas de publicidad millonarias están ahí, manipulando el discurso, no hay que ponérselas fácil.

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Edna Montes
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Written by Edna Montes

Escritora, periodista, friki irredenta, adorkable y eterna aprendiz de sommelier con una pluma tan filosa como su espada. Accidente esperando a suceder.

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